El Chaparral y las fiestas de San Isidro
La memoria de un pueblo a través de sus fiestas patronales
Escribir sobre El Chaparral exige acercarse a sus calles, hablar con sus gentes, honrar el recuerdo de los primeros colonos y seguir la trayectoria de sus descendientes.
Una vez nivelados sus terrenos, divididas sus parcelas y construidas las casas, los colonos y trabajadores del Instituto Nacional de Colonización se trasladan a poblar el denominado Pueblo Nuevo de El Chaparral. Pero los espacios hay que convertirlos en ‘hogar’. Y uno de los elementos esenciales en esta transformación fueron las Fiestas de San Isidro Labrador.
La tradicional fiesta patronal se ha de entender ligada a la Hermandad del Santísimo, una congregación de la que formaban parte casi todos los colonos y trabajadores de El Chaparral. Cada año elegían a varios mayordomos para organizar las fiestas. Los mayordomos se encargaban de ir ‘casa por casa’ pidiendo dinero para costear el evento. Cada uno daba lo que podía y con ese monto se contrataba a las bandas de música, orquestas, coheteros, etc. La figura del mayordomo pervivió hasta fechas recientes en que, lamentablemente, desapareció.
Normalmente las fiestas empezaban el viernes y duraban hasta la noche del domingo. El día de la misa y procesión por el pueblo se sacaba al santo en andas, portado por los propios vecinos; después se pasó a llevar en carrozas. Sin embargo, la tradición de sacarlo a hombros se ha recuperado en los últimos años.
El santo de madera, absorto en la oración, recuerda aquellas veces que quedaba ensimismado, desatendiendo las labores agrícolas; mientras, milagrosamente, los bueyes araban solos. Porta como atributo una aguijada (para picar los bueyes), que en sus manos se convertía en varita milagrosa, con la que hacía brotar las aguas.
En la romería del domingo, el Día Grande, salía San Isidro de la iglesia. Tras él, iban las carrozas adornadas por los pobladores, rumbo a Los Pinos. Una vez llegados al paraje, el cura (gran autoridad en aquella época) desplegaba su mobiliario y el pueblo se disponía en torno a él para oír misa. Más tarde, se disfrutaba de una comida popular para todos los asistentes, se bailaba en corro, se celebraban juegos en comunidad y se repartían premios a las carrozas más bellamente engalanadas.
La música acompañaba toda la celebración. Las bandas y orquestas animaban la vida del pueblo. A veces, la fiesta continuaba hasta las seis de la mañana. Cabe mencionar que algunos chaparraleños formaron orquestas, como Z-70 (después llamado Anaconda), encargadas de organizar y amenizar las veladas.
Otras actividades lúdicas sazonaban las fiestas. Un año se hizo una novillada, para gran contento de los habitantes. Eran muy estimadas las carreras de cintas: de fachada a fachada se colgaban carretes de cintas bordadas por las mozuelas, que los jóvenes intentaban atrapar, montados en bicicleta. Se solía, también, elegir reina y damas de las fiestas patronales. Y no podían faltar los “columpios” y casetas de feria.
El deporte no quedaba al margen. El Chaparral contaba con peña propia, que jugaba partidos contra equipos de otros pueblos o de la capital. En un principio se jugaba en la zona del Campillo (por la actual Plaza de Alhucema), o en tierras de labor preparadas para la ocasión. A finales de los años 70, los jugadores de la Peña deportiva construyeron un campo de tierra. “Los domingos de romería, los futbolistas debían moderarse en el consumo de alcohol, para poder rendir en el partido de la tarde” recuerda sonriente el hijo de Paco el Mayoral.
En definitiva, las Fiestas insuflaron vida a la comunidad. Las familias de El Chaparral convirtieron el poblado nuevo en un hogar habitado, donde se respiraba un buen ambiente vecinal y en el que se esperaba cada año, con renovado entusiasmo, la llegada de mayo y las fiestas en honor a San Isidro.
Los romeros disfrutaron de un día espléndido en familia
La procesión del Patrón de El Chaparral se convirtió en un acto emotivo en el que participaron varios centenares de vecinos